Fish Tank, de Andrea Arnold.



O como la vida puede ser una verdadera mierda cuando sólo eres una joven pasando su adolescencia.

Mía, la joven adolescente que protagoniza la película, tiene una mierda de vida, está sufriendo sus vacaciones estivales marcadas por una madre putón, borracha y despreocupada de sus hijas, y de una hermana menor, criada como puede, entre latas de cerveza vacía y resacas de la madre, imita todo lo que ve, vive con la amenaza de que al acabar el verano será enviada a un internado ante el descontrol y la falta de autoridad que la madre cree que sufre la deslenguada de Mia y lo que claramente hace es quiársela de en medio metiéndola en un puto rformatorio.

Mia vive gracias a 2 obsesiones: liberar a un caballo atado en un descampado propiedad de una familia que viven como nómadas en unas caravanas y bailar hip-hop. Estas son las dos únicas motivaciones que tienen sentido para ella, aunque casi le cueste una paliza por parte de los propietarios del animal. Su única compañía es la música que escucha desde su reproductor de CD’s, el resto del tiempo, lo pasa escondida en un apartamento, sola, bailando, sintiéndose libre, sintiendo que es una persona rodeada de su particular paz.

Peeero aparece él, el guapisimo Magneto de First Class Michael Fassbender, el nuevo ligue de la madre, una persona que trata a las personas con respeto, y por primera vez, Mia se hace visible para alguien, la tiene en cuenta, la respeta, la escucha, la cuida, la mima, incluso le ánima para que se presente a una prueba de baile dejándole una videocámara para gravarse y enviar la cinta para concurso. Poco a poco pasa más tiempo con ellas, hasta pasar a vivir con ellas.

E inevitablemente, SPOILEEEEER!!!!

Como decía, inevitablemente, las hormonas de la juventud y sentirse escuchada, sentir que es importante para alguien, hace que surga una atracción sexual, miradas cómplices y encuentros poco casuales, hasta que al final… Hay sexo de por medio.

Sexo de borrachera por parte de él y de agradecimiento y curiosidad por parte de ella, pero a él le llega la lucidez y decide parar, cortar por lo sano y las abandona dejando la casa.

Inmediatamente la extraña felicidad que se había instalado encajando como si siempre hubiera sido así, se hace añicos, la madre vuelve a ser la puta borracha que llora una nueva ruptura de su amplio abanicootra idea de frustrados amores.

Mía lo sigue hasta casa, descubriendo una terrible verdad: no sólo vive en un barrio residencial de puta madre en una lujosa casa, sinó que está casado y tiene una pequeña de unos 4 añitos. Destroza a cualquiera descubrir esta mierda de realidad: has estado experimentando cómo es la vida en otro ambie te tan diferente y miserable a ese entorno.

Y destrozada no opta por idea de raptar a la pequeña para joderlo tanto como la han jodido a ella. Todo acaba bien excepto por un susto que lo pasas fatal al ver caer la pequeña al mar sabiendo que Mia no sabe nadar.

Después de varias desdichadas aventuras y ver que las pruebas de baile son para un club de stripers, toma la mejor y más dura de las decisiones que es es alejarse de la mierda de vida que le espera para en un futuro ser un clon borracho de su madre, se marcha, una nueva vida con uno de los propietarios del caballo.

Da rabia ver a madres así de hijas de puta, me conmociona ver fumar y beber a una niña de sólo 8 años y una adolescente que se echa a perder por no tener a una madre que ejerza como tal y se las quita de en medio en cuanto puede.

Merece la pena verla, apreciar lo que tienes, y maldecir a la zorra de la madre.

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