Austria, mediados del siglo XVIII. Una mujer es condenada a muerte tras matar a un bebé. Agnes, una mujer recién casada, descubre las opresivas obligaciones que la vida matrimonial lleva consigo. Cuando cae en una depresión, un pensamiento innombrable comienza a formarse en su mente. En este film paciente pero desasosegante, el dúo responsable de Good Night Mommy se inspira en hechos reales para elaborar un desgarrador retrato psicológico del malestar femenino.
⭐️⭐️⭐️
Una historia oscura de fe y desesperación

“El Baño del Diablo”, la última película de los creadores de Good Night Mommy, nos sumerge en una Austria rural profundamente marcada por la religión y las tradiciones opresivas. Basada en hechos reales, la película nos muestra un retrato brutal de la vida en los pequeños pueblos austriacos de siglos pasados, donde la fe lo dominaba todo, y donde la desesperación y la depresión podían conducir a actos inconcebibles. Es una película cruda, matizada y profundamente incómoda de ver, que deja una huella difícil de borrar en el espectador.

La trama gira en torno a un tema profundamente perturbador: las madres que, atrapadas en una vida de opresión entre el campo, la familia, y los inviernos inhóspitos, llegaban a cometer el asesinato de sus propios hijos. Estas mujeres, dominadas por la desesperación, acudían a figuras religiosas para confesar sus crímenes, buscando el perdón divino para acabar con su miseria y poder ascender al Reino de los Cielos. Su objetivo no era escapar de las consecuencias, sino obtener una absolución que les garantizara un lugar en el cielo, incluso si eso significaba aceptar la pena de muerte. Esta dolorosa dinámica está impregnada en cada aspecto de la película, haciendo que el espectador no pueda evitar sentirse atrapado en la misma desesperanza que los personajes.

El entorno visual de “El Baño del Diablo” es tan desolador como la historia que cuenta. Los colores tierra, fríos y apagados, crean una atmósfera sofocante que complementa la dureza de la trama. Las escenas no son fáciles de digerir, y el espectador rara vez encuentra algún tipo de alivio o consuelo a lo largo de la película. La cinematografía refuerza constantemente la sensación de aislamiento y opresión que envuelve a los personajes, reflejando no solo la brutalidad del entorno físico, sino también la prisión emocional y espiritual en la que están atrapados.

Uno de los temas que “El Baño del Diablo” también aborda es la represión de la homosexualidad en una sociedad donde todo está destinado a cumplir con el deber religioso y social de procrear. La película plantea una reflexión sobre el impacto devastador que esta represión tiene en las vidas de los personajes, ya que cualquier desviación de las normas religiosas y sociales está condenada al ostracismo y la exclusión. La religión, como fuerza dominante, impone un marco moral que ahoga cualquier forma de individualidad o deseo, intensificando el sentimiento de tragedia que impregna toda la película.

Las actuaciones en “El Baño del Diablo” son simplemente demoledoras. Los actores logran transmitir una intensidad emocional que traspasa la pantalla, llevando al espectador a una conexión incómoda pero inevitable con sus sufrimientos. Cada gesto está impregnado de un dolor profundo que nos recuerda que, aunque la película esté ambientada en el pasado, sus temas siguen siendo universales y poderosamente relevantes.

Quizás lo más perturbador de “El Baño del Diablo” es que está basada en hechos reales. Esto añade una capa adicional de terror a la película, porque lo que asusta no son los elementos sobrenaturales o ficticios que no están presentes en ningún momento ni se insinúan, sino la realidad de una época en la que la religión controlaba cada aspecto de la vida y la muerte. Las creencias religiosas, más que ser una fuente de consuelo, se presentan aquí como una fuerza implacable que dicta la dinámica social, especialmente en los pequeños pueblos donde la conformidad es clave para la supervivencia. El verdadero horror de la película reside en cómo estas creencias, en su forma más extrema, llevaron a personas a cometer actos atroces contra los más débiles, los niños, en busca de redención.

“El Baño del Diablo” es una película difícil de ver, pero eso es precisamente lo que la hace tan poderosa. No es una historia para disfrutar, sino para experimentar. La combinación de una trama perturbadora, unas actuaciones desgarradoras y una cinematografía opresiva hacen que esta película sea tan incómoda como inolvidable. Al igual que Good night Mommy, este nuevo proyecto de sus creadores nos ofrece una experiencia que desafía al espectador a enfrentar los aspectos más oscuros de la naturaleza humana, la religión y la desesperación.