Jaime Lorente, Roger Casamajor y la actriz rumana Ioana Bugarin protagonizan este thriller que se mueve en el oscuro mundo de la trata de mujeres.

El reparto se completa con Tamara Casellas, Manolo Caro y la colaboración especial de Antonio Buil, Asia Ortega, y Mona Martínez.

Germán (Jaime Lorente) no es un conductor normal y corriente: es el encargado del traslado de mujeres que trabajan como esclavas en clubes de alterne en la Costa del Sol. Arruinado y completamente perdido, trata de salir adelante trabajando para Cacho (Roger Casamajor), un viejo amigo de la juventud que administra varios de estos locales para una mafia local, hasta que una noche, se encuentra con la oportunidad de dejar todo eso atrás y decide arriesgarse. Lo que parece una ocasión para cambiar de vida le pondrá más en peligro que nunca. Solo le quedará una opción, la misma en la que piensan las chicas que, como Alina (Iona Bugarin), cada noche lleva de un lado para otro: conseguir escapar.

NOTAS DEL DIRECTOR

Dirigir una película como Hamburgo ha sido una experiencia, tanto personal como profesional, realmente intensa. El recorrido de estos últimos años me ha llevado a acceder a lugares, tanto internos como externos, a los que seguramente no hubiera llegado de otra manera.

Aunque la película lidia con asuntos que ya estaban en mi primer largometraje; temas como la adicción y la distorsión de la realidad, la negación del dolor, la soledad y la necesidad de comunicación, en esta ocasión lo hago de forma muy diferente a No sé decir adiós. Fundamentalmente porque la película está enmarcada dentro de un género en el que nunca había trabajado y que siempre me ha fascinado: el cine negro. Pero, sobre todo, porque me ha llevado a sumergirme en el mundo de la trata de mujeres.

Hamburgo tiene como telón de fondo esta realidad tan dura, que tan pocas veces se ha mostrado en el cine español. Adentrarnos en este mundo ha supuesto mucho tiempo de investigación y documentación sobre una cuestión que evidentemente conocía, pero no en profundidad.

Y es que esta película habla sobre nuestra capacidad para evitar el sufrimiento, tanto el propio como el ajeno, de nuestra habilidad para invisibilizar una realidad que nos parece desagradable, de lo incómodo que nos resulta el dolor de los demás. Pero también quiere hablar de todo lo contrario: de la necesidad que tenemos de reconocernos. De mirarnos y atendernos. De acercarnos. Los unos a los otros.

Género, personajes y referencias

Hamburgo es una película que mayormente se enclava dentro del cine negro. Las referencias en este sentido han sido películas tanto del periodo clásico de los años 50, como de su posterior revisión en el thriller de los años 70. Durante el proceso de escritura películas como The asphalt jungle (John Huston, 1950), Rififi (Jules Dassin, 1955) o The killing (Stanley Kubrick, 1956) nos acompañaron desde el principio. La intención desde la escritura del guion fue trabajar con las convenciones propias del género, pero adaptándolas a un discurso más íntimo y personal, dejando, de esta manera, espacio para que los personajes ocuparan un lugar preferente frente a estructuras narrativas más rígidas. Esta aproximación al género era completamente necesaria a la hora de trabajar con un universo tan complicado como el de la trata. Creo que la película mantiene un delicado equilibrio entre la pulsión narrativa del género y una mirada más sosegada, que pretende mostrar no solo la realidad de un mundo extremadamente cruel, sino también el fondo de unos personajes muy complejos, con muchas aristas.

Estas referencias al cine negro se materializan también, y de manera muy clara, en la construcción de los personajes, sobre todo de los masculinos, y en concreto el de Germán.

Germán nace del Travis Bickle de Taxi Driver (Martin Scorsese, 1976), el Sonny de Dogday Afternoon (Sidney Lumet, 1975) o el Cosmo Vitelli de The Killing of a Chinese Bookie (John Cassavetes, 1976). Personajes, todos estos, que no paran de tomar decisiones equivocadas y que acaban acorralados, intentando de manera suicida encontrar una salida a ese callejón en el que ellos mismos se han metido. Pobres tipos condenados a que nada les salga nunca bien, marcados por la fatalidad.

El personaje de Alina, sin embargo, fue construido mayormente desde los testimonios de mujeres que fueron víctimas de trata, también de psicólogas que atienden a estas mujeres. En este sentido, el proceso de documentación por el que pasó loana Bugarin fue intenso y profundo. Es curioso ver, con cierta distancia, cómo el trabajo de construcción de los personajes masculinos parte, mayormente, desde los arquetipos propios del género, mientras que el de Alina nace de la crudeza de los testimonios de estas mujeres. La fricción entre realidad y ficción, una de las constantes en esta película.

Estética visual

La referencia al thriller americano de los años 70 también ha marcado la apuesta estética de la película. De ahí que tomáramos la decisión de rodar Hamburgo en Súper 16 mm. Volver a este formato después de tantos años fue un reto para todos, pero teníamos

Volver a este formato después de tantos años fue un reto para todos, pero teníamos claro que la película tenía que ser filmada en negativo, no ya solo por las referencias que manejamos desde un principio, también porque era la textura ideal para retratar un mundo tan sucio y oscuro como el de la trata.

En este sentido, la fotografía de Juana Jiménez es dura y contrastada, con una paleta de colores que dibujan una noche conformada por las luces que proyectan los prostíbulos, polígonos industriales y carreteras de costa, donde los negros, la oscuridad, está muy presente.

Desde el diseño de producción la idea fue actualizar el imaginario visual más vinculado al género y situarlo en un universo muy concreto: las zonas más deprimidas de la Costa del Sol. Un lugar iluminado por luces de neón, cutre y hostil, donde todo es igual de falso y hortera que las baratijas que se venden en un puesto de feria. Todo huele a chamusquina y sabe a alcohol barato, ningún personaje es de fiar, como si estuvieran atrapados en su propio descontrol y sinsentido. Por esas calles deambulan estas mujeres como si fueran fantasmas, deambula Alina, y nosotros, al igual que Germán, somos espectadores impasibles de sus vidas.

Reconocerse / Reconocernos

Germán, más allá de ser un adicto, trastorno que define gran parte de su carácter, es un personaje narcisista, que vive sumido en el autoengaño, un personaje que lleva demasiado tiempo habitando una realidad distorsionada. Germán, siempre huyendo de sí mismo, se da de bruces contra una realidad de una rotunda contundencia, una realidad de la que difícilmente se puede mirar hacia otro lado; una realidad, la de Alina, que le obligará a parar, por fin. Y desde ahí mirar a estas mujeres con otros ojos, con unos ojos donde se pueda reflejar la mirada de la persona que tienes delante y, por primera vez, reconocerla.

Y en ese reconocer al otro le estamos haciendo visible. A través de la mirada de Germán, Alina dejará de ser un fantasma. A través de la mirada de Alina, Germán dejará de ser un fracasado.

Y entonces se despedirán. Alina dejará a Germán atrás. Ahora el futuro es suyo, le pertenece.