Con Urchin, el joven director Harris Dickinson firma una obra que, sin reinventar el drama sobre la adicción, se apoya en una interpretación central tan sólida que consigue sostener la película casi por completo. Ese peso recae en Frank Dillane, cuya actuación como un adicto en permanente lucha interior se convierte en el verdadero motor emocional del film.
La historia aborda el tema de las segundas oportunidades a través de un protagonista que intenta mantener el equilibrio entre su deseo de reconstruir una vida funcional y los impulsos destructivos que lo acompañan.
La película no pretende descubrir nada nuevo sobre la dependencia: muestra, sin florituras, cómo el egoísmo asociado al consumo empuja a los adictos a robar, manipular, pelear e incluso matar con tal de conseguir la dosis que alivie momentáneamente su tormento.
Es una mirada cruda, directa y sin concesiones.
Dickinson introduce un interesante contraste visual al mezclar la dureza del mundo real con un plano onírico que funciona como refugio del protagonista: un espacio simbólico donde intenta aislarse de su propia realidad, aunque se trate solo de una fuga temporal. Este choque entre lo terrenal y lo imaginado aporta textura a la narrativa, aunque no siempre termina de integrarse con la fuerza que podría.
Urchin es un viaje a los infiernos personales de su protagonista: incluso cuando parece capaz de manejar la vida durante un tiempo, cada una de sus decisiones arrastra consecuencias inevitables que lo empujan de nuevo al abismo de la droga. Es un retrato honesto, duro y a veces previsible, pero que encuentra su valor en la entrega absoluta de Dillane, cuya interpretación dota de humanidad y vulnerabilidad a un personaje que podría haberse convertido en un cliché.
Sin destacar especialmente en lo visual, lo narrativo o lo temático, la película se mantiene a flote gracias a la actuación central y a la sensibilidad del director para retratar la recaída como un proceso inevitable y dolorosamente humano.
En conjunto, Urchin es un drama correcto y moderadamente disfrutable.