
Germán es conductor y traslada a mujeres que trabajan como esclavas en clubes de alterne en la Costa del Sol. Arruinado y perdido, trata de salir adelante trabajando para su amigo Cacho, que administra varios de estos locales para una mafia local. Una noche se le presenta lo que parece una ocasión para cambiar de vida, pero esta decisión lo pondrá más en peligro que nunca. Solo le quedará una opción, la misma en la que piensa Alina cada noche: conseguir e
Dirección: Lino Escalera
Reparto: Jaime Lorente, Manolo Caro, Asia Ortega, Ioana Bugarin, Roger Casamajor, Mona Martínez
Duración: 109 minutos
País: España
Género: Drama, thriller social
Hamburgo, el último largometraje de Lino Escalera, se adentra en uno de los temas más oscuros y complejos de nuestra sociedad: la trata de mujeres con fines de explotación sexual. Pero es una historia que no busca el efectismo ni la espectacularidad, sino una inmersión lenta, casi documental, en un entorno donde el drama humano es silencioso y brutal.
La película plantea un relato coral en el que tanto las víctimas como sus captores son piezas atrapadas en un engranaje mayor y muy poderoso, donde solo unos pocos son los que se benefician. Los demás, son simples peones, hombres y mujeres atrapados por la necesidad, el miedo o la impotencia.
Uno de los mayores aciertos del film está en su reparto. Las actuaciones, tanto de las actrices (Asika Ortega, Iona Burgarin o Mona Martínez), como los hombres que orbitan en torno a este sistema (vigilantes, conductores, reclutadores), son potentes, realistas aunque algo estereotipadas.
Los personajes no son símbolos, sino seres humanos cargados de contradicciones, donde se comportan como culpables y víctimas al mismo tiempo.
Jaime Lorente repite un registro que ya le es familiar —un joven sin recursos ni estudios, al límite, dividido entre la obediencia y las deudas, pero logra dotar a su personaje de una humanidad que trasciende el cliché.
Con su trabajo actoral, las actrices logran conmover sin necesidad de subrayados, con silencios, miradas y gestos contenidos que revelan el horror cotidiano al que están sometidas.
La mayor debilidad de Hamburgo radica en su ritmo. Escalera apuesta por una narración pausada, que sin duda busca enfatizar el dolor silenciado y la rutina asfixiante del sistema que retrata. Sin embargo, en una historia que insinúa un golpe, una fuga o una ruptura de ese orden, elementos propios del thriller, elección que ralentiza el desarrollo de forma contraproducente.
Las tramas paralelas no avanzan con la tensión esperada. Lo que podría haber sido un thriller social cargado de suspense, se transforma en un drama de atmósfera opresiva que en lugar de mantener al espectador con el miedo en la garganta, lo aburre por momentos.
La sensación que me ha dado es que el guion no acaba de decidirse: ni se lanza de lleno al thriller ni se queda en el puro retrato social. Está atrapado entre dos tonos que va rebotando y moviéndose a ratos y también hace que la atención se atenúe continuamente.
A pesar de sus problemas de ritmo, la película logra dejar poso gracias a su enfoque ético. El filme no señala con el dedo, sino que plantea preguntas como ¿quién es cómplice y quién víctima en un sistema basado en la explotación? ¿Dónde empieza y termina la responsabilidad individual cuando se forma parte de una estructura tan corrupta?
El retrato esta vez, recae en uno de los hombres que trabajan para los proxenetas, alejado del arquetipo del villano, es profundamente humano ya que sus errores lo han llevado al punto del pozo ciego en el que está. Son figuras que obedecen, dudan, callan, algunos intentan rebelarse, otros simplemente sobreviven.
La puesta en escena apuesta por una estética realista, casi sucia, que refleja perfectamente los espacios despersonalizados donde transcurre gran parte de la acción. La fotografía juega con sombras duras refuerzando la sensación de encierro. La música, mínima y atmosférica, acompaña sin distraer.
Hamburgo es una obra comprometida, valiente y bien interpretada, que aborda sin tapujos pero que tampoco anuncia con pancartas, una de las realidades más sórdidas del mundo contemporáneo.
Su mirada crítica pero empática, evitando caer en el morbo de las desgracias que han de vivir o el sentimentalismo. Sin embargo, su narrativa pausada y su falta de tensión dramática lastran una historia que tenía todos los ingredientes para impactar con más fuerza.
Historias que podrían ser reales sin basarse directamente en alguien en concreto, puesto que es una realidad que se vive en casi cada ciudad y pueblo de España.
★★★☆☆ (3/5 estrellas)
Ideal para: amantes del cine social y del drama introspectivo.
Evitable para: quienes busquen un thriller con ritmo y tensión constantes.
scapar.