
Cuando los nazis invaden Polonia en 1939, la enfermera Irena Gut es trasladada y obligada a trabajar para el ejército alemán, asignada como ama de llaves de un comandante nazi. En lugar de adoptar un perfil bajo y mantenerse a salvo apoyada por su estatus y etnia, Gut arriesgará todo para salvar a una docena de judíos refugiándolos en la casa de su jefe.
La promesa de Irene, dirigida por Louise Archambault y basada en la historia real de la enfermera Irene Gut, es una de esas películas que te atrapan, te duelen y te conmueven hasta lo más profundo.
El guion, adaptado por Dan Gordon, nos sumerge en un relato donde la humanidad se muestra en sus dos extremos: la crueldad más abominable y la valentía más inspiradora.
Es imposible  ver esta película y no acabar con el corazón encogido y el alma sacudida, porque no solo retrata los horrores del nazismo, sino también la capacidad de una persona para hacer lo correcto en medio del infierno sabiendo lo que pueden llegar a hacer con ella, si es atrapada. Y sí, por si aún era posible, esta película hace que odiemos aún más a los nazis.
Las escenas son duras, y eso es lo que la hace aún más poderosa. Aquí no hay edulcorantes ni suavizados cinematográficos: hay una historia real, cruel y emocionante, que demuestra hasta dónde puede llegar la humanidad, tanto para bien como para mal.
Me ha encantado y la recomiendo sin duda. Es de esas películas que no solo hay que ver, sino que hay que recordar. Porque si algo enseña La promesa de Irene, es que, incluso en los tiempos más oscuros, siempre habrá personas dispuestas a iluminar el camino y haga que la humanidad aún tenga sentido.