O cómo escapar de tu pasado puede ser más peligroso que el presente si te asocias con la Yakuza Japonesa.

Nos encontramos en Osaka, justo después de la II Guerra Mundial. Nick, el único americano en la prisión japonesa, salva a Kishosi, su compañero de celda, de las manos de un ajuste de cuentas entre clanes rivales. Al salir de la cárcel Kiyoshi quiere introducirlo en el su clan. Las cosas parecen ir normalizándose para Nick, pero el secreto que carga en sus hombres de pronto es desenterrado al encontrarse con un antiguo compañero de destacamento, además, entra en juego el amor por Miyu, hermana de Kiyoshi.

Un film con una reconocida trayectoria profesional en los personajes.
En esta película el camaleónico Jared Letto, interpreta a un personaje cargado de culpa, cargado de remordimientos que intenta sobrevivir con su propia conciencia y ese pesar es muy bien transmitido con su gestualidad, su pesadez de hombros, su cara siempre seria y compungida, además de una profundidad oscura en esos ojos azules como témpanos.

La historia, aunque no llega a ser un Romeo y Julieta, hablamos de los valores y honores japoneses, y más en una época clásica, y la deshonra que supone estar con un no japonés, y además del clan de su hermano.

Con escenas violentas, escenas con torturas dolorosas y sangrientas, además de una ambientación oscura, con colores fríos, oscuros, de desánimos, de frialdad emocional, de desamparo.

Un film lleno tanto de acción entre bandas, como de honor y dolor emocional.

Sin duda un film obligado de visionario para disfrutar de un film que va desgranándose de forma pausada pero sin freno.