
Montse está emocionadísima porque está a punto de pasar un fin de semana con toda la familia en su casa de Cadaqués, en la Costa Brava. Divorciada desde hace años, su ex tiene una nueva pareja, sus hijos han crecido y hace tiempo que hacen su vida sin hacerle ningún caso. Pero a Montse nada ni nadie conseguirá fastidiarle los ánimos; hace demasiado tiempo que espera este momento. Éste fin de semana será sí o sí un fin de semana ideal…, aunque para ello tenga que quemarlo todo.
Dani de la Orden nos entrega con La casa en llamas una película que impacta desde el primer momento y no suelta al espectador hasta el final. Me ha encantado, no solo por su ritmo vertiginoso y su mezcla de comedia negra y drama, sino porque detrás de su humor afilado esconde un retrato brutalmente honesto de una familia completamente rota. Es cine afilado, incómodo y adictivo, con un ritmo que no da tregua y una familia tan desestructurada, egoísta e individualista que resulta imposible apartar la mirada.
El guion es sólido, con una historia llena de secretos que poco a poco van desmoronando a cada personaje. Todos son egoístas, miran por sí mismos y esconden secretos que los hacen aún más imperfectos. Y sin embargo, en medio de este caos, hay un personaje que sostiene todo: la madre, interpretada magistralmente por Emma Vilarasau. Su actuación es simplemente impresionante, cargando con el peso de la familia y sus secretos con una intensidad que emociona y perturba a partes iguales.
Pero el talento del reparto no se queda ahí. María Rodríguez, Alberto San Juan, Clara Segura, Macarena García y Enric Auquer brillan en sus respectivos papeles, aportando matices que enriquecen esta historia de relaciones tóxicas y lealtades tambaleantes.
La casa en llamas es una película que atrapa, te hace reír cuando no deberías y te deja pensando mucho después de que los créditos hayan terminado. Sin duda, una de las mejores propuestas del cine español reciente. ¡Muy recomendable!