Los antiguos amantes, Willa y Bill, se reencuentran en un aeropuerto por primera vez desde que se separaron décadas antes. Atrapados por la nieve, lo único que quieren es llegar a casa lo antes posible. Sin embargo, en el transcurso de una noche, gradualmente se sienten de nuevo atraídos, obligados a revisar lo que podría haber sido su relación y lo que podría nuevamente.

Meg Ryan vuelve a la gran pantalla con Lo que sucede después, una comedia romántica atípica y melancólica, donde comparte protagonismo con David Duchovny. La historia nos sitúa en el presente, donde dos ex amantes quedan atrapados en un aeropuerto distópico, obligados a rememorar su pasado y a enfrentar el futuro que nunca tuvieron.

A primera vista, la premisa es interesante, alejándose del rom-com tradicional para explorar el peso del tiempo, las segundas oportunidades y el amor no resuelto. Sin embargo, la película tiene un ritmo lento y, por momentos, se hace pesada, sin llegar a ofrecer giros o diálogos que justifiquen del todo su tono reflexivo.

En cuanto a la dirección, no es el mejor trabajo de Meg Ryan. Aunque logra capturar la nostalgia y cierta química entre los protagonistas, la puesta en escena se siente plana y sin demasiada fuerza. Por otro lado, David Duchovny es el gran acierto del film: su interpretación es natural y convincente, aportando el carisma que a veces falta en el desarrollo de la historia.

El gran problema de Lo que sucede después es que no termina de encontrar su lugar. No es la típica comedia romántica con final feliz, pero tampoco profundiza lo suficiente en su tono más dramático como para impactar. Es una película extraña y difícil de encajar, y probablemente pase desapercibida en el circuito cinematográfico. Aun así, puede ser una propuesta interesante para quienes busquen un rom-com más nostálgico y alejado de los convencionalismos.