O cómo los indicios gritan más que lo que queramos decir.

Ryan se dirige a desgana a una tranquila cabaña a horas de la ciudad para reunirse con su mujer, Miranda. Los dos son guionistas de Hollywood pero su matrimonio hace aguas desde hace mucho tiempo, y el consejero matrimonial les aconsejó que lo mejor era pasar tiempo de calidad en una cabaña. Pero al llegar por la noche al punto de encuentro, en la cabaña no sólo no está Miranda, sino que hay sangre en la bañera y el coche de ella está aparcado en la puerta.. dónde está Miranda y qué le ha pasado? Este será la pesadilla de Ryan por encontrarla y parecer inocente ya que las pruebas le apuntan como culpable.

Entre el pasado y presente cabalga este thriller. Con un formato de capítulos discontinuos entre el pasado de alguno de los personajes y el presente, nunca un capítulo es el siguiente del anterior, ya sea por narrar algo de la vida de uno de ellos o saber sobre su actual estado.

Por la estructura y la narración me recordó mucho a La Verdad Sobre El Caso Harry Quebert, de Joël Dicker, y la trama sin duda alguna a Pérdida de Gillian Flynn, salvando las distancias, en un entorno sobre el mundo del Séptimo Arte, el mundo del cine y su peculiar forma de ver el mundo de los protagonistas.

La verdad es que adorna poco la novela dando así foco a la narración del qué escribir y leer, pero no por ello lo hace previsible, para mi gusto, descubre la tapadera demasiado pronto ya que estaría bien dejar con el vilo del suspense al protagonista algo más de tiempo, dando más emoción a todos los protagonistas de la novela.

La historia entrelazada de los protagonistas, la cruenta verdad y las mentiras, quedan cogida con pinzas en algún punto de la historia, pero se ha de hacer un acto de fé y continuar con la lectura para seguir desgranando la historia de éstos infames personajes.