Se necesitaba, así es, un film con violencia justiciera y venganza divina, un film donde la crueldad se ceba pero el karma cinéfilo se impone. Y es que Sitges Film Festival 2020 nos trae Becky para que, suframos, tensemos y disfrutemos de este film cargado de violencia.

Becky, una joven adolescente, pasa un fin de semana en un lago junto a su padre, Jeff, con el que no tiene una gran relación. Lo que parecían unos días perfectos para intentar reconectar entre ellos, se convierten en una verdadera pesadilla cuando un grupo de convictos fugitivos, liderados por Dominick, invaden la casa del lago.

No son caras desconocidas las de Joel McHale ni la de Kevin James no la de Robert Maillet, por lo que ya otorgan un mínimo de seriedad e interés.

El film es sencillo, pero como siempre, cuenta cómo es trasladado a la gran pantalla para que el publico no se distraiga y caiga en las redes del film. Y lo consigue.

Vaya si lo consigue, es un film que seguro no deja indiferente por la gran dosis de violencia, concentrada pero cuando se desata, está muy bien empleada a través de la imaginación y el sentimiento de supervivencia de una adolescente que le acaban de matar a su padre.

Una película con dosis de humor negro, con clichés pero bien trabajados, dinámica, sin grandes diálogos y mucha acción, muy propia de un Festival como este.