Erik Blake ha reunido a tres generaciones de su familia de Pensilvania para celebrar el Día de Acción de Gracias en el apartamento de su hija en el bajo Manhattan. A medida que la oscuridad cae afuera y las cosas espeluznantes comienzan a surgir en la noche, los miedos más profundos del grupo quedan al descubierto.

Un film costumbrista disfrazado de una cena familiar en acción de gracias, donde se va descubriendo el deterioro que las capas de trabajo, sacrificio y constancia intentan cubrir. Unos padres que consideran a sus hijos débiles y consentidos, con silencios reprobatorios o defendiendo las fake news que leen y todo ante la ilusión de una pareja joven cumpliendo su sueño de vivir en la gran ciudad en un piso que se cae a trozos impregnado de humedades y desconchones, y con una hermana que acaba de ser abandonad por su novia y el drama de tener que tener que someterse a una cirugía que cambiará su vida.

La experiencia de un matrimonio católico, su esfuerzo y dedicación a la familia, su mentalidad y formas de hacer entrarán en conflicto con lo que ellos consideran los problemas de los treintañeros.

Los personajes se van descubriendo poco a poco a través de enfrentamientos entre unos y otros, cada vez más profundo, cada vez más crueles.

Una mentalidad que no sabe expresar lo que siente o dejar fluir los sentimientos ante la fragilidad de la nueva era.

La acción transcurre en un piso muy claustrofóbico, muy estrecho, sin amueblar, paredes desangeladas y suelos desnudos, un ambiente gris y luces apagadas y que poco a poco se van fundiendo, cada vez que uno de los miembros de la familia es expuesto ante los demás.

Las verdades pueden ser incómodas pero sobre todo cuando nos lo reprochan ante más gente, sobre todo … la familia.