“Apocalipsis Z: El Principio del Fin”, basada en la popular novela homónima de Manel Loureiro, llega a la pantalla con la difícil misión de aportar algo nuevo a un género saturado: el de los zombis. Si bien la película no revoluciona el universo de los muertos vivientes, sí se distingue por su enfoque en la supervivencia del protagonista y su lucha por adaptarse a un mundo postapocalíptico.
⭐️⭐️⭐️
La cinta está claramente dividida en dos partes bien diferenciadas. La primera se centra en la supervivencia del protagonista dentro de unos límites seguros, en lo que podría considerarse su refugio, donde la rutina de mantenerse vivo domina el día a día. Este encierro y la desesperada lucha por encontrar comida, genera una tensión constante que refleja el miedo al exterior y a los zombis. Sin embargo, como sucede en toda historia de este tipo, las reservas de comida y la necesidad de salir a buscar recursos fuerzan al protagonista a romper esos límites y salir de su zona de confort, desencadenando la segunda parte de la trama, en la que la supervivencia se vuelve aún más intensa.
No ofrece conceptos novedosos dentro del género. Lo interesante es cómo el protagonista navega en esta realidad y cómo la supervivencia es retratada de manera creíble y personal. A lo largo de la película, el espectador se adentra en la mente del protagonista y su evolución de un hombre atrapado en su refugio a un superviviente obligado a tomar decisiones difíciles.
A nivel interpretativo, la película es algo irregular. Si bien las actuaciones del protagonista principal, así como las de los personajes de Víctor y Paula, resultan convincentes y aportan un ancla emocional a la historia, el resto del reparto cae en lo mediocre. Esto no ayuda a elevar ciertas escenas que, en otros momentos, podrían haber tenido mayor impacto. Aun así, los tres personajes principales logran sostener gran parte de la carga dramática, lo que permite al espectador conectar con ellos y sus dilemas.
Es posible que parte del encanto de la película provenga de la nostalgia que muchos de los fans de la novela y del blog original sienten por la historia, lo que les lleva a tener una conexión emocional preexistente con el relato.
Para aquellos que no lo sepan, la saga de Apocalipsis Z tuvo un origen cercano a sus lectores: comenzó como un blog en el que Manel Loureiro invitaba a los lectores a compartir sus experiencias ficticias en un mundo invadido por el apocalipsis zombi. Esa experiencia interactiva, como si viviéramos el apocalipsis en primera persona, fue lo que terminó por catapultar el proyecto al éxito y llevó a la publicación de los libros. Es quizás ese recuerdo de cercanía y originalidad lo que impulsa a algunos espectadores, más allá del propio contenido de la película.
En cuanto a los zombis, se agradece el esfuerzo puesto en su representación. Los infectados están bien caracterizados y logran transmitir la sensación de peligro constante. No son solo figuras decorativas, sino que su presencia añade la cantidad justa de tensión y movimiento para mantener al espectador en vilo. De esta forma, la película evita caer en la trampa de otras producciones del género que se diluyen en lo predecible y mantiene el interés.
La gran incógnita es cómo recibirá el público esta adaptación. A pesar del éxito de los libros, que forman una trilogía, no está claro si esta película atraerá a suficientes espectadores como para justificar una secuela. La saga tiene el potencial de continuar, dado que la trama literaria sigue en dos entregas más, pero mucho dependerá de la acogida de esta primera adaptación.