O cómo la historia y las guerras siempre tienen dos caras.

Japón 1945, la gente vive como puede en un clima de opresión en mitad de la II Guerra Mundial. Una banda de música, un gánster y su banda, un grupo de jóvenes mujeres entre otros muchísimos koreanos, son enviados a una plataforma de gas en medio Del Mar, pero sólo zarpar en el barco que les lleva con una promesa de riqueza y prosperidad se verá truncado por la realidad violenta y deprimente, que a más de uno le llevará a la muerte.

De los pocos films orientales donde realmente lo he pasado mal, la tensión, la violencia, las injusticias, el desarrollo amoral que se ejerce sobre una minoría, que es realmente mayoría, hace que la película sea una tensión y nerviosismo constante, y no haya un sólo momento de descanso, nada más que en los primeros momentos del film, antes de saber a bordo.

Una cruda realidad poco conocida sobre la actuación del pueblo japonés sobre el pueblo koreano, la ostigació, denigración y engaño a los que son sometidos por el pueblo nipón, es hoy en día que aún Amnistía Internacioal reclama que se ponga en manifiesto las crueldades y violaciones contra el pueblo koreano y expongan una disculpa a nivel mundial, por otra parte, petición abiertamente ignorada por el Gobierno japonés.

Siempre nos ha sorprendido este pueblo oprimido y servicial, pero la verdad, es que esta historia te deja con una sensación muy rara y mal cuerpo.

Muy recomendable para disfrutarla y sufrirla, sobre todo en cines si se tiene la oportunidad, ya que los efectos de audio son tremendos.

Sorprende no sólo el tema y el trato que reciben los súbditos, sino que además impacta mucho el semblante nazi que hacen gala los lideres de la plataforma.

Tradición, dinero, poder, familia, amor, violencia, esclavitud, sumisión, son algunos de los muchísimos adjetivos que describen esta película.