Kosovo 2017. Zoé y Volta son dos primas veinteañeras que, aburridas de su presente y sin perspectivas de futuro, deciden abandonar el remoto pueblo del campo en el que viven. Roban el oxidado coche familiar y conducen hasta Pristina, la capital, para matricularse en la universidad local y disfrutar de una existencia más libre y placentera. En medio de tensiones sociales y políticas, descubren un país en crisis, que busca su identidad a las puertas de la independencia y donde la juventud ha sido olvidada

Es una película dura y descarnada, que retrata con crudeza a una juventud sin futuro en Kosovo, pero con plena conciencia de ello. A través de una narrativa tensa, la historia nos muestra a un grupo de jóvenes que, huyendo de un pueblo sin oportunidades, buscan en la ciudad una segunda oportunidad a través de los estudios. Sin embargo, lo que encuentran es una urbe en crisis, un entorno hostil donde los jóvenes no importan y donde el contexto político solo agrava aún más su sensación de desesperanza.

Uno de los grandes aciertos de la película es su interpretación impecable. Los actores logran transmitir la frustración, la rabia y la vulnerabilidad de una generación que lucha por un futuro que, a cada paso, se les escapa de las manos. Además, la dirección sabe mantener un equilibrio entre la tensión constante y los momentos de respiro, haciendo que el espectador se sumerja por completo en la angustia de los protagonistas.

Más que una historia sobre la juventud, Phantom Youth es un reflejo de una sociedad en crisis, donde el paso de la adolescencia a la adultez no es una transición, sino un choque brutal con la realidad. No es una película fácil de ver, pero sí necesaria y contundente, con un mensaje que resuena mucho más allá de la pantalla.